BERNINI. El artista que inventó el Barroco
- Naomi Díez Rodríguez
- 6 nov 2019
- 5 Min. de lectura

“Ningún artista definió la Roma del siglo XVII mejor que Gian Lorenzo Bernini, trabajando bajo nueve papas y dejando una huella indeleble en la ciudad eterna. Probablemente no hay mejor lugar para apreciar su talento y genio que en la Galería Borghese en Roma, la Villa, que ahora es un museo, fue construida por su primer patrón, el Cardenal Scipione Borghese, donde Bernini reveló su talento de la captura de tensión y drama en piedra.”
The New York Times
Con esta cita comienza la película, que se estrenó este mismo año, y que habla sobre las maravillosas y fascinantes obras de este artista; Gian Lorenzo Bernini, el artista que inventó el Barroco, y cuyo título se ha querido reproducir en este trabajo, ya que expresa muy bien a este genio creativo.
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Gian Lorenzo Bernini nació en Nápoles, en 1598, pero en 1605, con apenas siete años, él y su familia se trasladan a Roma, ya que con la llegada al trono de Paulo V - Camilo Borghese-, Scipione Borghese llama a su padre, también escultor, para trabajar para su familia. Desde este momento, Bernini vivirá en la capital italiana hasta su muerte en 1680, excepto una estancia de 6 meses en París en 1665 como invitación de Luis XIV para diseñar el Louvre.
Es en la Roma de Paulo V, y bajo el mecenazgo de su sobrino, el Cardenal Scipione Borghese, donde comienza a realizar sus primeros trabajos, principalmente copias helenísticas como La cabra Amaltea amamantando a Zeus niño y a un sátiro (1615), pero también se dedicó a la restauración [1] de esas copias, como fue el caso de Baco (siglo II d.C.) o Sátiro guerrero (120-40 d. C) [2], ya que Scipione era un amante de todas las artes y sus expresiones. Fue durante este periodo en la Villa Borghese cuando realizó los conoscenti - Eneas y Anquises, El rapto de Proserpina y Apolo y Dafne – grupos escultóricos que crearon “el camino hacia nuevas valoraciones de la superficie escultórica. (…) El nacimiento de un estilo realista, acompañado por un vigoroso estudio de la antigüedad clásica” [3] Desde este momento se convertirá en un artista reconocido, que incluso logró superar el potencial de su padre, Pietro Bernini, escultor del Manierismo con talento, aunque algo superficial. [4]
Llegó a trabajar para casi todos los papados posteriores, realizando sus bustos, y es que Bernini fue quien creó el retrato de busto plenamente barroco,[5] donde el representado era una copia exacta del mármol o bronce trabajado por el artista, incluso llega a generar una interacción psicológica entre el busto y el espectador, creando la impresión de que tiene vida. También diseñó las tumbas de grandes papas como el caso de Urbano VIII (1628-1647) o Alejandro VII (1671-1678). Incluso llegó a construir fuentes, el factor decisivo en la transformación de Roma. “Florencia tenía una larga tradición de fuentes con figuras, y fue esa tradición la que Bernini asumió y revolucionó.” [6] Y tanto fue así, que todavía hoy en día, Roma sigue siendo la ciudad de las fuentes – cuenta con centenares, aunque se pueden destacar cincuenta monumentales [7] -, mientras que Florencia, a día de hoy, no se caracteriza por ello. Y es que “el movimiento continuo del agua bulliciosa y susurrante contribuyó a cumplir uno de los sueños más acariciados por Bernini: crear en sus obras la impresión de una vida latente y de movimiento real.” [8]
“Fue él (…) quien dio a Roma su carácter barroco. Y fue su nueva concepción de las imágenes de santos, el retrato de busto, de la estatua ecuestre, de tumbas y fuentes, entre otras muchas creaciones nuevas, lo que determinó el desarrollo de la escultura italiana e incluso europea durante más de cien años”. [9]
No cabe duda de que Gian Lorenzo Bernini ayudó a intensificar el resplandor de la nueva Roma, una Roma Triumphans capital del catolicismo y sede de un papado que consideró cuestión de Estado embellecer la ciudad con iglesias, fuentes y monumentos que convirtieron a la capital italiana en epicentro del mundo artístico de Europa [10], por lo que artistas como Velázquez [11], acudieron para admirarla y empaparse de su esencia, su virtuosismo y sus obras.
Gian Lorenzo Bernini era capaz de hacer cosas que nadie había hecho hasta el momento. Fusionó la tersa y fina piel de una joven ninfa con la dura y rasposa corteza de un olivo en la Metamorfosis de Dafne o creó un colchón [12] que incita al espectador a acostarse en él ya que el mármol parece haber sido sustituido por un elemento mullido. Pero Bernini no se quedó ahí, fue más allá y también llegó a esculpir fuego, como el que se encuentra bajo la parrilla de San Lorenzo o la nube sobre la que se encuentra Santa Teresa en éxtasis.[13] Y es que, dentro de toda su imaginería religiosa, quiero destacar esta última, pionera en cuanto a al momento representado y tratada de manera muy novedosa.
IMÁGENES INTERESANTES





[1] HERRMANN FIORE, K., Guía de la Galleria Borghese, Roma: Soprintendenza speciale per il Patrimonio Storico-Artistico ed Etnoantropologico e per il polo museale della città di Roma, 2016, p. 14
[2] HERRMANN FIORE, K., Guía de la Galleria Borghese, Roma: Soprintendenza speciale per il Patrimonio Storico-Artistico ed Etnoantropologico e per il polo museale della città di Roma, 2016, pp. 25-26
[3] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 18
[4] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 17
[5] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 28
[6] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 48
[7] Todo ello sin contar los palacios y villas privadas. Son innumerables las fuentes de la capital italiana, ya que a cada paso que uno da a través de sus sanpietrini aparece una fuente, que en la mayoría de las veces se tratan de i nasone, pequeñas fuentecillas que deben su nombre (nariz grande) al tubo que las conforman, y que tienen una característica, cuando este es cubierto con la mano, el agua sale por un orificio superior, haciendo más fácil beber de ella.
[8] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 51
[9] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 16
[10] BLASCO ESQUIVIAS, B., Introducción al Arte Barroco. El gran teatro del mundo, Cátedra, Madrid, 2015, pp. 59-64
[11] Diego de Silva y Velázquez acudió a Italia dos veces en su vida mientras trabajaba en la Corte del rey Felipe IV. Durante los viajes, Velázquez se empapó de las obras de los grandes, como Tiziano, Tintoretto o Rubens, incluso de Caravaggio. Sin duda, estas influencias se vieron reflejadas en su estilo y sus obras lo demuestran.
[12] Colchón confeccionado por orden del Cardenal Scipione Borghese en 1620 para colocar sobre él la figura del Hermafrodito durmiente, que se encuentra en la Galleria Borghese de Roma
[13] WITTKOWER, R., Gian Lorenzo Bernini. El escultor del barroco romano, Madrid: Alianza Editorial, 1990, p. 22-48
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