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Tamara de Lempicka y sus influencias artísticas


Foto del Palacio de Gaviria (Madrid)

Esta pintora, conocida como la reina del Art-Decó, era una enamorada de Italia. Desde la primera vez que visitó el país (Florencia, Venecia y Roma), con apenas 12 años[1] y junto con su abuela[2], comprendió que el arte había nacido en aquel magnífico y bello país, y que formaría siempre parte de ella. Allí, una pequeña Tamara Maria Rosalia Gurwik-Górska, su nombre original, descubrió su pasión por el Arte.


Desde esa primera vez en Florencia “volvió todos los años a estudiar al gran museo de Italia con sus pintores (…) con la única finalidad de no olvidar que pináculos de grandeza puede alcanzar una pintura y qué puede ser la belleza”[3]. Es más, su propia hija en sus memorias recuerda que su madre cada vez que vendía un cuadro se gastaba parte de ese dinero para volver a Italia, donde le gustaba visitar sus museos e iglesias[4], la mayoría de ellas en su capital; Roma.

“Desde aquel viaje que, siendo adolescente, hizo con Clementine [su abuela] (…) Tamara había catalogado Italia como el país que más satisfacía sus necesidades y deseos. La contemplación de sus artistas (…) Botticelli, Antonello de Messina, Miguel Ángel y Caravaggio, eran un alimento para su espíritu. La cultura italiana espoleaba su amor al capricho, la espontaneidad, la conciencia de clase, el drama y estilo.”[5]

Tamara, a pesar de ser una mujer libre para la época en la que le había tocado vivir, en esta ciudad se sentía suya, y es que Roma se caracterizaba por lo obsesivo, la espontaneidad, el desorden, pero sobre todo por sus sentimentalismos y excesos[6], adjetivos con los que se puede describir a su vez a la pintora. Y es que Tamara tenía consciencia del pecado y aunque se esforzaba por dominar los sentimientos, no le atormentaba el pecado.[7]


Es por esto que puede llamar la atención la atracción que sentía Lempicka, en sus propias palabras, por “la grandiosidad religiosa de Roma”.[8] Posiblemente entre todas sus visitas a las iglesias de la capital italiana se había parado más de una vez a contemplar una de las obras por excelencia de Bernini; el Éxtasis de Santa Teresa, en la Chiesa di Santa Maria della Vittoria, y es que retrató el rostro de la Santa con su peculiar estilo, pasando del chiaroscuro barroco a la luminosidad artificial, casi eléctrica del siglo XX.


Hay que tener en cuenta que a pesar de haber intentado en un arrebato de humildad renovar sus temas de altas esferas por representaciones de pobres e incluso religiosos, para lo que pasó una temporada en un convento de Parma – volvemos a ver su pasión por Italia – y donde realiza uno de los retratos que más vida tiene de todos los llevados a cabo, el de la madre superiora.[9] Sin embargo, este retrato dista mucho del de la Santa española. Si algo se tiene claro de Tamara de Lempicka es que era una mujer fuerte, que podía resistirlo todo, excepto la tentación.[10]


No representa a la mujer como una Santa, sino como una mujer. Una mujer en éxtasis, pero no por encontrarse con dios, más bien en éxtasis sexual. Y es que las propias palabras escritas por la Santa nos recuerdan a una mujer que ha mantenido relaciones por primera vez: “Me sentía arder (…) Era tan grande el dolor, que me hacía dar quejidos, pero al mismo tiempo, la dulcedumbre de aquella pena excesiva era tan extraordinaria, que no hubiese yo querido verme libre de ella.”[11] Le duele, le hace daño, pero el placer supera al dolor y disfruta de entregarse a ese nuevo ‘pecado’. Pecado tan presente en la vida de la artista, que no solo disfrutaba con hombres – tanto sus maridos como sus amantes – sino que también se divirtió con mujeres.


Tamara se inspira en artistas franceses, ciudad en la que vivió gran parte de su vida, como Ingres (Baño turco, 1862) para realizar obras como Mujeres bañándose (1929). Incluso tuvo una época surrealista, cuyas obras recuerdan a Dalí, personaje que conocía, Yves Tanguy o Hans Arp, pero también está clara su influencia por los artistas italianos como De Chirico, de quien toma el aura metafísica en obras como Llave y mano (1941). Sin embargo, los más clásicos, como Caravaggio y Bernini, como se ha visto con su réplica sobre lienzo del Éxtasis de Santa Teresa, también están presentes en sus obras.[12]

Esta influencia de los grandes artistas del Barroco en los nuevos artistas también se verá en los contemporáneos, como es el caso de Roberto Ferri.



IMÁGENES


[1] No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento, pero se cree que este viaje lo hizo entre los 12 o 14 años debido a las pocas fotografías que se conservan de él. [2] NÉRET, G. Tamara de Lempicka (1898-1980), Taschen, 2001 [3] CLARIDGE, L. Tamara de Lempicka. Una vida de decó y decadencia, Circe, 2000, p. 36 [4] CLARIDGE, L. Tamara de Lempicka. Una vida de decó y decadencia, Circe, 2000, p. 128 [5] CLARIDGE, L. Tamara de Lempicka. Una vida de decó y decadencia, Circe, 2000, p. 129 [6] CLARIDGE, L. Tamara de Lempicka. Una vida de decó y decadencia, Circe, 2000, pp. 128-130 [7] NÉRET, G. Tamara de Lempicka (1898-1980), Taschen, 2001, p. 43 [8] CLARIDGE, L. Tamara de Lempicka. Una vida de decó y decadencia, Circe, 2000, p. 130 [9] NÉRET, G. Tamara de Lempicka (1898-1980), Taschen, 2001, p. 68 “Entré en una espléndida sala renacentista de techo alto y con grandes columnas, y allí estaba la madre superiora. En su rostro parecía reflejarse todo el sufrimiento del mundo; tenía un aspecto tan terrible, tan inmensamente triste, que tuve que abandonar de inmediato la habitación. Olvidé a qué había ido aquí. Sólo sabía que tenía que echar mano de lienzo y pinceles para pintarla, para pintar aquel rostro.” [10] NÉRET, G. Tamara de Lempicka (1898-1980), Taschen, 2001, pp. 11-12 [11] DE JESÚS, S. T., Libro de la Vida (1562-1565), capítulo 29, apartado 13, Cátedra, Madrid, 1984, pp. 352-353 [12] ANDREU, J. Tamara de Lempicka, El Cobre, 2005

 
 
 

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